De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo (http://www.e-unwto.org/doi/pdf/10.18111/97892844154273), Europa recibió
534,2 millones de visitantes durante el año 2012 (el 51, 6% del Turismo mundial), de los cuales, el 18,5 % (191,1 millones), eligió como destino la zona sur y el Mediterráno, generando un 15,9% de los ingresos por turismo a nivel mundial.
Según esta Organización, Europa seguirá siendo un importante destino turístico en los próximos años, llegando a alcanzar en 2030 los 264 millones de visitantes.
La extraordinaria belleza, riqueza cultural y diversidad de las zonas costeras de la UE han hecho de ellas el destino vacacional preferido de muchos europeos y extraeuropeos. Un sector que atendió en 2012 a 534,2 millones de visitantes (el 51, 6% del Turismo mundial) de los cuales, el 18,5 % (191,1 millones), eligió como destino la zona sur y el Mediterráno, generando un 15,9% de los ingresos por turismo a nivel mundial (http://www.e-unwto.org/doi/pdf/10.18111/97892844154273). Una actividad, el sector del turismo costero y marítimo, que da trabajo a 3,2 millones de personas y genera beneficios de 183.000 millones de euros
(http://ec.europa.eu/maritimeaffairs/policy/coastal_tourism/index_es.htm)
En este contexto, el turismo en torno al mundo del buceo es uno de los campos que está experimentando un mayor desarrollo. En el año 2000 cerca de un centenar de destinos turísticos del mundo tenían ofertas relacionadas con el buceo (Spalding et al, 2001), cifra que ha ido creciendo cada año un 7% (Burke y Maidens, 2005), con 1.5 millones de personas que cada anualmente obtienen título de buceo (Santander y Propin, 2009).
Fruto de todo ello es una creciente demanda social para el acceso a sitios arqueológicos subacuáticos, con ofertas como los parques arqueológicos de Baia (Italia) y Cesarea (Israel), el Santuario Marino Nacional de los Cayos de Florida (USA), o los pecios Wellington (Nueva Zelanda) y Yongala (Australia), uno de los sitios del mundo más visitado por buceadores.
Pero el turismo, además de un potente motor de desarrollo económico y social, es también un importante elemento de presión sobre el medio ambiente y el patrimonio cultural. Por ello, antes de permitir el uso público de cualquier espacio patrimonial (naturales o culturales) es preciso analizar la conveniencia y viabilidad del mismo, adoptando medidas concreta de protección jurídica (desde la normativa de cultura o de otras legislaciones sectoriales) que permitan, ante todo, garantizar la preservación del elemento patrimonial y su entrono, además de definir los criterios de su uso y gestión del mismo.
El impacto que el buceo puede tener sobre el patrimonio cultural sumergido depende, principalmente, de dos factores: el número de visitantes y las características y/o fragilidad del bien patrimonial. Los riesgos para el elemento patrimonial crecen, como es lógico, conforme aumenta el número de visitantes. Actuaciones como el expolio, el fondeo incontrolado de embarcaciones, la contaminación, la dispersión de sedimentos provocadas por el aleteo de los buceadores, etc., son algunos de estos factores de riesgo, que se incrementan exponencialmente atendiendo criterios como la fragilidad y/o valor cultural de los lugares visitados. Por ello, no podemos medir de la misma forma la capacidad de carga (número de visitantes) que soportan un antiguo pecio de hierro de transporte de carbón, que un barco de madera del siglo XVII que comerciaba con porcelana de oriente, o uno de los pocos barcos fenicios que se conservan en el Mediterráneo. Junto a ello, no podemos olvidar otros aspectos como las condiciones ambientales de la zona (dinámica, visibilidad, tipo de fondos, etc.), la instisidad de tráfico marítimo o la existencia o no de infraestructura previa adecuadas para facilitar labores de coordinación, gestión y/o control de visitas.
Cada elemento patrimonial y cada territorio plantean problemáticas y exigencias diferentes, por lo que es necesario que las administraciones competentes disponga de un protocolo o modelo de evaluación que ayude a la toma de decisiones sobre la conveniencia o no de hacer accesible un enclave arqueológico subacuático al público general garantizando la preservación de los bienes culturales. Un protocolo que permita definir y cuantificar con claridad cada uno de estos factores, tomando como base indicadores concretos, medibles y bien definidos, que ayude a los gestores en su labor.